Una de las principales sorpresas de 2016 en materia económica ha sido la rápida subida de las materias primas. En diciembre, la referencia Brent del petróleo se ha situado más de un 54% por encima de la media de diciembre de 2015. En el cobre hablamos de casi un 25%. Y en lo que respecta a nuestro sector, el carbón coquizable se ha multiplicado por más de tres, si bien ya está corrigiendo un movimiento tan anormal. El mineral de hierro ha doblado su precio, desde 40,4 dólares por tonelada en diciembre del 15 hasta 80,1 en diciembre del 16. El níquel ha sido más modesto y “solo” ha subido un 25%. Estas subidas han empujado también a los productos que dependen de ellas: en el acero, por ejemplo, la bobina laminada en caliente ha acabado 2016 un 80% más cara que en 2015.
Al analizar estas cifras lo primero que hay que resaltar es el nivel extraordinariamente bajo al que habían llegado los precios doce meses atrás. Muchos recursos minerales habían caído al final de 2015 a niveles aún menores que los que habían tenido en el peor momento de la crisis financiera en 2009, y el mineral de hierro había llegado hasta el precio de 2004. Por tanto, un primer factor a tener en cuenta es el de abandono de una situación tan anómala. A esto han contribuido distintos factores económicos: los acuerdos de producción de la OPEP, la restricción a la producción de carbón en China o los planes de reducción de capacidad siderúrgica en aquel país.
Tiene lógica que estos acontecimientos hayan desencadenado el comienzo de las subidas. Pero adicionalmente se ha producido un cambio en los “espíritus animales” de los mercados financieros. Después de un largo periodo de estímulos financieros por parte de los bancos centrales, las expectativas están cambiando. Los inversores esperan que se recupere la inflación y por tanto empiezan a abandonar la renta fija para protegerse en activos físicos, que han sido una defensa tradicional contra la inflación. Es difícil asegurar la consolidación de este movimiento, puesto que aún hay riesgos por delante: el fallo del modelo económico chino o de los mercados financieros al asumir las subidas de tipos de interés. Sin embargo, si los inversores han acertado, podemos ver un ciclo distinto al descendente de los últimos cinco años.