En Europa, además de mirar a nuestros problemas, nos conviene tener también una perspectiva más larga. Cada vez somos menos el centro del mundo, aunque sigamos dibujando así los mapas, y giramos con más intensidad alrededor de China y Asia. Por eso es importante la desaceleración que está sucediendo en la mayor economía del mundo.
En este mes de octubre se acaba de conocer que el crecimiento del PIB chino del tercer trimestre ha sido del 7,3% interanual. Ya quisiéramos esa cifra en España, pero en este caso no es tan importante dónde están, sino de dónde vienen y dónde querían ir. China viene de una década creciendo por encima del 10% anual. Es una economía centralizada donde el Gobierno fija un objetivo de crecimiento que siempre se excede y, sin embargo, en 2014 no se va a cumplir el objetivo del 7,5% El fuerte crecimiento del pasado se debe al aumento de población, las emigraciones masivas hacia las ciudades (con la consiguiente construcción de infraestructuras y viviendas) y la industrialización.
Para esquivar la crisis, desde 2009 el gobierno ha lanzado distintos planes de estímulo en esta misma línea, fomentando aún más la inversión en maquinaria, edificios e infraestructuras. Así se ha llegado a que la inversión aporte casi la mitad del PIB chino. Esta aportación no podrá seguir así mucho tiempo. En la UE esta magnitud no llega al 20% y, aunque es lógico que un país en crecimiento invierta más que una economía madura, la diferencia es demasiado grande. Un ejemplo del exceso se puede ver en la inversión inmobiliaria: los inmuebles en construcción hoy, tardarían más de 4 años en venderse al actual ritmo de ventas. Una inversión tan abultada sólo puede financiarse con un endeudamiento masivo.
La deuda total china ya supera el 250% de su PIB. Es otro desequilibrio muy importante, aunque con la ventaja de que la mayor parte de esta deuda está financiada internamente y no dependen de inversores extranjeros. A los desequilibrios económicos se suma otro menos medible pero puede que más importante: el ambiental. China es el mayor emisor de C02 a la atmósfera, con el 29% del total. Esto es lógico ya que es el país más habitado. Pero también ha sobrepasado ya a la Unión Europea en emisiones por habitante. La polución de su generación eléctrica e industria pesada ha llegado a extremos que saltan a las noticias afectando a la vida diaria y acontecimientos internacionales.
Así, la situación ha llegado al límite. La población puede tener distintas opiniones sobre la gestión política, pero a la hora de respirar quiere poder hacerlo todos los días. Ahora bien, ¿quién pincha una burbuja? No son muchos los gobernantes que se atreven a hacerlo y, por eso, aunque se hable de cambio de modelo todavía hay estímulos a la inversión para que el aterrizaje no sea muy brusco. Con más o menos velocidad, estos desequilibrios se van a corregir y van a afectar al resto del mundo.
En una próxima entrada de este blog intentaré valorar cómo influirá este proceso en la industria siderúrgica.