Resumen: Un NO acuerdo climático ahora es mejor que un MAL acuerdo climático (rendición climática), pese al lema de la COP25 #TiempoDeActuar #TimeForAction.
Observaciones de un observador. Así denominan a los asistentes a la COP25 que no representan a países (partes)
Excelencia y diligencia en organización de la Cumbre de Cambio Climático
Seguro que habéis sido capaces de organizar una fiesta sorpresa perfecta en cinco días pero os habéis liado mucho más cuando el plazo es largo. Muy español. En la COP25, debemos felicitar y felicitarnos de cómo el Ministerio para la Transición Ecológica, y todos los estamentos participantes han sido capaces de organizarla en un mes. España puede estar orgullosa de su capacidad y eficiencia cuando el tiempo apremia. La conferencia ha discurrido con un funcionamiento perfecto, independientemente de lo sencillo o complicado de las negociaciones. Y ha quedado patente la hospitalidad española y de Madrid, cobijada —literalmente, como puede verse en la foto— bajo techo de acero español.
El cambio climático es un hecho y, además, la consecuencia de una crisis energética mundial de la que surgen también ataques a otros objetivos humanos fundamentales.
Asumo que entre los lectores ya no habrá muchos negacionistas climáticos ni tampoco terraplanistas o creacionistas estrictos. Lamentablemente, el mundo futuro, climatológicamente hablando, no parece que vaya a ser como el que hemos vivido en nuestra infancia: será más caliente y climáticamente más agresivo.
Energía es lo que separa dos estados cualesquiera de la materia. La energía es necesaria para la movilidad, procesamiento de comida, depuración de aguas, producción de materias primas y todo tipo de productos. Hace 250 años, con la invención de la máquina de vapor —no era suficiente con la madera—, comenzamos a quemar cantidades crecientes de energía retenida por los combustibles fósiles, que son, ni más ni menos, carbono retirado de la atmosfera en épocas muchos más cálidas. Llegar a la conclusión de qué puede pasar si lo quemamos y lo devolvemos a la atmosfera en pocos años, parece conceptualmente sencillo, pero valorar cómo lo producimos en base a unos inventarios de emisiones pasadas, actuales y futuras —mejorables en muchos países—, saber en qué zonas y a qué velocidad, incluyendo la reacción de los sistemas naturales… es extremadamente difícil y hay decenas de modelos climáticos de todo tipo.
Consecuencia: El lector estará de acuerdo en que la Humanidad necesita urgentemente, no solo mucha mayor cantidad de energía verde no emisora de carbono y no contaminante —para una sociedad mucho más poblada—, sino también en que debe utilizarla de forma mucho más eficiente tanto directamente como en todo lo que fabricamos. Es claro que esta cuestión se enlaza con la economía circular pero esa es otra historia que seria objeto de otro blog.
Cuánto más caliente, cuánto costará, cómo y quién lo financiará/remos
El asunto más mentado en la COP25 es el “cuánto”, que debe ser interpretado desde dos lecturas relacionadas: la climática, cuánto más agresivo y cálido está la Humanidad dispuesta a aceptar; y la económica, cuánto costará limitar ese calentamiento de hacerlo demasiado lentamente, cómo distribuir los costes razonablemente y cuánto debe contribuir cada país. No hacerlo, ya no es una opción. Es de justicia que los países más desarrollados, que emitimos o hemos emitido más, apoyemos al desarrollo de los más desfavorecidos. Entre todos debemos diseñar mecanismos razonables para su desarrollo sin colapsar el planeta, reduciendo directamente las emisiones (mecanismos de mitigación), facilitando transferencia tecnológica para que su desarrollo no sea intensivo en carbono o con adaptación (mecanismos de capacitación), y con medidas de compensación a aquellos países desfavorecidos que sufran más (mecanismos de pérdidas y daños). Todo lo anterior debe combinarse que con las necesarias reducciones globales de gases de efecto invernadero se puedan hacer a coste óptimo (mecanismos financieros y de flexibilidad/mercado), sin olvidar las muchas influencias que tiene el uso de la tierra, su cambio de uso y la gestión forestal por su sumidero en biomasa y suelo. Y todo ello, sin producir efectos perniciosos o contrarios a los demás objetivos de desarrollo sostenible. Mantener un clima tiene y tendrá un coste que los ciudadanos de los países más desarrollados no debemos pensar que es exclusivamente un problema de políticos y grandes corporaciones. Nuestro día a día es la causa fundamental de las emisiones.
Un NO acuerdo climático por ahora es mejor que un MAL acuerdo
Desencuentro entre expectativas públicas y debate real: las negociaciones internacionales son muy difíciles y los intereses legítimos se mezclan con los espurios
El Acuerdo de París COP21 acordó limitar el incremento del calentamiento a menos de 2ºC, preferiblemente a 1,5ºC, pero en Madrid no ha sido posible acordar un mayor compromiso, aunque tampoco era su objetivo. Sin embargo, sí se ha comprobado que no son suficientes las contribuciones de reducciones y limitaciones de emisiones (NDC) propuestas por todas las partes. Este es el meollo de verdad de la COP25 y de dos semanas de negociaciones más otras muchas previas. Son conflictos, a veces frontales, de interés de países (claramente identificados en las negociaciones), movidos más por el interés de captar dinero o desentenderse del problema, que por cuestiones climáticas. En su argot, preservar la integridad climática es la clave. Para no levantar ampollas y aunque de por sí es ya políticamente incorrecto listar estos intereses, no nombraré países pero es fácil identificarlos. Veamos:
- El riesgo de la doble contabilidad de reducciones: un país indica que reducirá cierta cantidad con varias acciones, pero vende adicionalmente en el terreno privado dichas reducciones mediante la emisión de derechos sobre toneladas de CO2 para aminorar el coste de cumplimiento de un tercero, que las usa como si fueran reducciones propias.
- La venta más allá de 2020 de toneladas de CO2 asociada a reducciones realizadas por proyectos pasados de dudosa calidad técnica e incluso climática.
- Países, alguno importante, pretendiendo que se le compense por tropelías ambientales propias o apoyadas, intentando que se le pague la restitución a su situación anterior.
- Falta de compromiso de países fundamentales.
- Solicitar que se les compense adicionalmente la “descarbonización” tras haberse enriquecido con la comercialización mundial de combustibles fósiles.
- Países que solo están interesados en que haya un activo comercializable, con pocos reparos sobre qué proyectos hay detrás y cómo afectan a los compromisos de cada país. Si se comercializan toneladas de CO2 para cumplimiento de un tercero, deberán tener un componente de adicionalidad más allá de una referencia tecnológica/técnica/procedimental razonablemente estricta.
Por supuesto, a esto se unen los intereses muy legítimos y claros de muchas partes: pequeños países, islas que ven desaparecer su territorio, zonas muy afectadas climáticamente, países por desarrollar o en desarrollo, colectivos (mujeres, niños, indígenas, etc.) o empresas de todo tipo.
Conceptos como transparencia, contabilidad, adicionalidad sobre compromisos adquiridos han sido los puntales de las negociaciones y han motivado que no se haya firmado un mayor compromiso, por ahora, pese a negociaciones durante casi dos días tras la clausura.
Solo se ha alcanzado un acuerdo, emplazar a la COP26 en Glasgow para intentar acordar objetivos más ambiciosos. En el mundo de la diplomacia internacional esto es normal, pese a que pueda no parecerlo en el mundo empresarial o entre la ciudadanía. Personalmente creo que más vale no haber llegado a un acuerdo que poner en riesgo la integridad climática porque lo acordado sea vacío o incluso pernicioso, algo posteriormente muy difícil de revertir y que condicionaría cualquier mejora futura.
Sí hubo avances en Madrid, como la integración del océano en la agenda y los demás ODS: el océano es ya más que un elemento climático, es un activo a proteger.
Como enamorado del mar y la vida submarina, el resultado más visible de la COP25 ha sido que el océano ya está en la agenda de protección climática, hasta ahora era solo un eslabón técnico de la cadena climática. Ya no hablamos solo de verde sino también de azul. Es increíble que hayan pasado años sin que las discusiones sobre cambio climático considerasen los mares como algo a preservar. Tiene una consecuencia fundamental ya encarrilada: se deberán integrar todos los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) ya que todos tienen relaciones con el cambio climático, lo que abarca desde el respeto a las instituciones y derechos humanos hasta las políticas de igualdad.
Conclusión: En Madrid, se evitó una rendición climática e incorporar los ODS.
Confiamos que en Glasgow COP26 algunos de estos principios se puedan concretar sin que impliquen una rendición climática y se avance en las consideraciones sobre otros ODS. Es un matiz que puede que la ciudadanía no perciba, pero que sí lo hacen muchas delegaciones de los países más comprometidos. Como habitante de la tierra, espero dejarles a mis nietos un mundo mejor, y creo que en la COP25 se ha actuado correctamente aunque implique retrasos en alcanzar un mayor acuerdo. Disiento del clamor de las calles diciendo que es un desastre. Es necesario separarse y coger perspectiva. Animo al lector a llevarme la contraria o a matizarme para crear un debate enriquecedor.