El 5 de junio se celebra el día mundial del medio ambiente, escogido por la Asamblea General de Naciones Unidas hace ya más de 40 años y que conmemora el arranque de la Cumbre de la Tierra de Estocolmo de 1972; la primera gran conferencia de la ONU sobre cuestiones ambientales internacionales que marcó un punto de inflexión en el desarrollo de la política internacional del medio ambiente.
El objetivo de la ONU era utilizar este día para sensibilizar a la población mundial intensificando la atención y la acción política, reconociendo con ello la necesidad de promover el papel fundamental de las comunidades en el cambio de actitud hacia temas ambientales. Hoy, no puede negarse la gran preocupación y sensibilidad de la ciudadanía hacia el medio ambiente, mucho más si se trata de cuestiones que están relacionadas con su entorno inmediato: la calidad del aire que respiramos, la salud de nuestros bosques, ríos y mares, la protección de las especies que conviven con nosotros en nuestras regiones. Sin embargo, en nuestro papel de consumidores, tenemos una asignatura pendiente y es conocer y entender el impacto global que pueden tener los hábitos de consumo en el medio ambiente.
Muchas veces no somos conscientes al adquirir un producto importado –fabricado muy posiblemente bajo una normativa medioambiental poco rigurosa-, que la compra de ese artículo causa un impacto ambiental muchísimo mayor, por ejemplo, que el de nuestro propio coche, del que sí nos sentimos responsables. Esto se debe a que la regulación ambiental y las exigencias que se imponen a las fábricas y centros de producción en otros países pueden ser, y de hecho lo son en muchos casos, muchísimo menores que las que se exigen a los centros de producción en España y en Europa. En el mundo global en el que vivimos, los bienes de consumo viajan con facilidad. Por nuestros puertos y carreteras entran a diario toneladas de productos que llegan fácilmente a nuestros supermercados y tiendas, la mayoría de ellos no tenemos claro dónde y en qué condiciones se producen. El producto que adquirimos puede estar provocando en su lugar de producción un grave impacto en los ríos o en el aire que respira la población.
Por todo ello el consumidor debe ser cada vez más exigente con las empresas, para que sean transparentes e informen sobre el impacto ambiental real que provocan. Todos somos responsables. La industria debe responder, pero el consumidor debe exigir.
El sector siderúrgico español ha dado un gran paso con su publicación sobre Sostenibilidad, en la que se muestran indicadores del comportamiento de las empresas en los ámbitos de la sostenibilidad y, en particular, en el medioambiental.
El 75% de acero fabricado en España se hace a partir de chatarra, lo que supone un considerable ahorro de recursos naturales y de energía consumida a la hora de producir el nuevo acero. La diferencia entre utilizar un tipo de material u otro se evidencia en estudios de análisis de ciclo de vida que determinan que para construir, por ejemplo, una casa de madera, tendríamos que consumir 40 árboles, mientras que para hacer la estructura de una vivienda de acero de 180 m2 nos bastaría utilizar el acero recuperado de 4 coches. En la actualidad, el 97% de los subproductos de la industria siderúrgica española pueden reciclarse. Y una cuestión clave de la que el sector puede enorgullecerse igualmente es el figurar a la cabeza de la industria siderúrgica, no solo de la Unión Europea sino mundial, en reutilización del agua consumida en el proceso industrial. Recuperamos el 100% del agua que utilizamos. Estas cifras demuestran el firme compromiso del sector siderúrgico español con la economía circular.
Hoy el 82% del acero producido en España se fabrica en empresas que editan memorias de Responsabilidad Social Empresarial (RSE). Pero además, el 60% de las empresas del sector ha firmado el Pacto Mundial de Naciones Unidas, cuyo fin es promover el diálogo social que permita conciliar los intereses de las empresas con los valores y demandas de la sociedad civil. El 40% de la producción siderúrgica española dispone del distintivo de responsabilidad social empresarial, Sostenibilidad Siderúrgica.
Otros datos relevantes presentados en esta publicación es la disminución del índice de frecuencia de accidentes, de 17 en 2013 a 12 en 2015, menos de la mitad del conjunto de la industria española. Así como la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y de la intensidad energética, fruto de las importantes inversiones realizadas en la eficiencia energética. Como ejemplo, en 2013 necesitábamos unos 25 minutos de funcionamiento de una torre eólica de 2 MW para producir 1 tonelada de acero, ahora se está logrando que se realice en unos 20 minutos.
La publicación incluye declaraciones de los primeros ejecutivos del sector que trasladan sus mensajes sobre su política empresarial encaminada a mejorar su compromiso con la responsabilidad social y la sostenibilidad.
Analizar la sostenibilidad de un sector es analizar la de los productos que pone en el mercado. Cuando adquirimos un producto importado, importamos también su impacto económico, social y ambiental. En el momento actual, las empresas chinas están inundando los mercados europeos con materiales a precios de derribo, lo que pone en riesgo miles de puestos de trabajo de la industria europea. La situación genera un efecto perverso: importamos CO2 de China y les exportamos empleo, eso sin citar el impacto ambiental en sus lugares de producción o las condiciones laborales que en cierta forma favorecemos.
El día Mundial del Medio Ambiente, debe ser también el día mundial de la responsabilidad, entendida desde todos los ámbitos. La responsabilidad de la industria, que debe ser transparente y mejorar día a día, y la del consumidor exigiendo esta transparencia y actuando de ese modo como verdadero impulsor de la protección del medio ambiente.