A veces nos pasa que nos fijamos unos objetivos que, claramente, nos superan. ¿Cuántas veces hemos llegado a cumplir con todos los retos que nos hemos marcado al comenzar un año nuevo? A las organizaciones también les ocurre como a las empresas o la Administración pública.
Establecer metas realistas es esencial para el éxito de los proyectos. Los objetivos que fijan las leyes, los planes estratégicos o de actuación que traza el Gobierno deben estar en sintonía con la realidad. De lo contrario, podrían transmitir señales confusas a la sociedad y poner en riesgo las metas que se pretenden alcanzar. Sirva como ejemplo, desgraciadamente, la revisión del Plan Nacional integrado de Energía y Clima (PNIEC), en la que UNESID ha participado en la fase de consultas.
El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2023-2030
La actualización del PNIEC, grosso modo, pretende acelerar la descarbonización de España, incrementando la ambición de los objetivos climáticos y energéticos (tabla1). Más allá del baile de cifras que recoge el documento de más de 600 páginas, desde la perspectiva industrial llama la atención el impacto económico y, en particular, la inversión asociada al plan.
¿Son realistas las inversiones que contempla el PNIEC?
En concreto, la actualización estima que entre 2023 y 2030, el plan movilizará una inversión de 294.000 millones de euros en España. De esta cifra, 250.000 millones procederán del sector privado (el 85% del total), es decir, la industria tendrá que hacer un esfuerzo de casi 36.000 millones de euros al año (asumiendo un ritmo constante).
Sin embargo, la realidad es tozuda. Según los últimos datos del INE, en 2021 la inversión total en activos materiales realizada por la industria (incluyendo al sector eléctrico) ascendió a casi 27.500 millones de euros. Por tanto, el PNIEC está asumiendo que toda inversión, hasta 2030, se destinará a la transición energética, pero aun así, faltarían más de 8.200 millones de euros por año para alcanzar ese objetivo (gráfico 1). El borrador no especifica claramente si las cifras de inversión son en términos constantes o corrientes, aunque es un dato que tampoco cambiaría el panorama general.
Por tanto, se dibujan dos escenarios igualmente irreales. En el primero, toda la inversión privada se dedica al PNIEC y se abandona la que no tenga que ver con la energía, lo que provocaría la desaparición de la industria. En el segundo, se realiza la inversión del PNIEC y se mantiene la necesaria para la actividad industrial, lo que multiplicaría el peso de la inversión en el PIB entre 1,5 y 2. Parece ser que los redactores se inclinan por este último escenario, ya que dicen que “el sector privado no se enfrentará a restricciones de financiación”, y que “ésta se producirá al coste habitual del capital”. Pero asumir que a largo plazo las empresas tienen acceso a financiación ilimitada y en buenas condiciones, justo lo contrario a lo que está pasando desde julio de 2022, es una hipótesis poco realista.
La senda hacia la sostenibilidad y neutralidad climática
Suele decirse que el camino hacia el infierno está pavimentado de buenas intenciones. De poco sirve marcar unos objetivos ambiciosos si, en la práctica, son inasumibles para la sociedad. Afortunadamente, el sector del acero español parte con ventaja al reciclar más de dos terceras partes del acero que produce, reutiliza la mayoría de residuos y subproductos que genera y, ya en 2019, se comprometió a alcanzar la neutralidad climática antes de 2050.
Todos ganamos con un futuro más sostenible. La Comisión Europea y el Gobierno deberían apostar con mayor firmeza por la industria e impulsar las ingentes inversiones necesarias para la descarbonización. Esto implica establecer unos objetivos asumibles y realistas junto a una regulación inteligente, dada la magnitud del desafío que afrontamos. La dirección en la lucha contra el cambio climático está clara pero, en ciertos aspectos, falta calibrarla.
Un comentario
Acertado análisis. Totalmente de acuerdo