Mejoría, sí. Crecer, crecer… es otro cantar

Crecimiento

Tras seis años soportando unas durísimas condiciones económicas, confirmando que todos los pronósticos se rompían por el fondo y descubriendo que a una noticia mala le sucedía siempre otra peor, ahora se afronta con mucha precaución –incluso cierta incredulidad- cualquier indicio sobre una posible salida de la crisis.

Sin centrarnos en el PIB, que pertenece a un nivel muy abstracto, llevamos viendo el Índice de Producción Industrial con subidas interanuales desde noviembre pasado. El SWIP, -índice con el que medimos en UNESID la actividad de los consumidores de acero-, subió un leve 0,5% interanual en el cuarto trimestre de 2013, tras diez trimestres de descensos consecutivos. Y en el primer trimestre de 2014 ha acelerado hasta más del 4%.

¿Qué está sucediendo? ¿Ha venido el crecimiento para quedarse? O tal vez sea más adecuado dar vuelta a la pregunta, ¿qué es lo que no sucede? La economía española era un motor con el combustible agotado y agujeros en el depósito: el crédito disminuía a velocidad de vértigo y la inversión privada caía a un fuerte ritmo superado por el descenso de la inversión pública en infraestructuras. La renta de las familias bajaba porque el desempleo se disparaba, subían tasas e impuestos y bajaban los sueldos en el sector privado y público.

Ahora a este motor, por lo menos, se le han taponado las fugas. El flujo de nuevo crédito se ha estancado y lo veremos crecer ya este mismo año, la licitación pública está aumentando, la afiliación a la Seguridad Social sube y los trabajadores públicos no ven ya peligrar su posición e ingresos.

Se podría hacer, por tanto, una reflexión positiva: los datos serán cada vez mejores y la confianza de la mayor parte de los agentes económicos parece confirmar esa percepción. Pero en la macroeconomía se tiende a ver solo los flujos, las variaciones de un año a otro, y en la situación actual los niveles son tan bajos que merecen también su atención. La producción de turismos crece, sí, ¡buena noticia! Pero las 1,7 millones de unidades producidas en los 12 últimos meses son una cifra de 1994. En nuestro sector, el consumo aparente o la producción de acero muestran cifras de 1996.

El resultado es sencillo: producciones de hace veinte años con la población de hoy desembocan en un desempleo de más del 25%. Insoportable. No solo necesitamos crecer, sino crecer rápido y con creación importante de empleo. El empleo lo crean las empresas y va paralelo a sus decisiones de inversión.

En la industria, aunque ahora se tomen medidas de corto plazo que serán bienvenidas, a largo plazo es necesario crear un clima favorable a la estabilidad, la inversión y la creación de empleo. Algo que todos los niveles de la Administración, desde ayuntamientos a Bruselas, tienen que tener muy en cuenta y ser conscientes de ello en cada una de sus decisiones. Las administraciones deben y pueden demostrar una sensibilidad extraordinaria para quitar, o al menos no poner, frenos y lastres a la industria. Solo así lograremos ser más competitivos que nadie. Es la única vía para recobrar la esperanza en el futuro.

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