El Fondo Monetario Internacional (IMF) ha publicado un informe sobre situación y panorama económico de Portugal.
Las medidas acometidas por las autoridades lusas, encaminadas a contener el déficit público[1] de los últimos años, están comenzando a dar sus frutos, permitiendo al país salir en 2017 del procedimiento de déficit excesivo, tras ocho años de vigilancia comunitaria.
El crecimiento de la actividad económica se aceleró desde mediados de 2016 mediante la contribución cada vez mayor de las exportaciones. El turismo continuó siendo el principal motor de la economía, lo que ha revitalizado la inversión de la construcción residencial. En paralelo, las inyecciones de capital de los últimos meses[2] incrementaron la estabilidad, a la vez que la confianza, del sistema bancario.
De esta forma y tras la revisión de las previsiones, el FMI espera que el PIB crezca un 2,5% en 2017 y un 2,0% en 2018, cifras que superan al crecimiento en conjunto[3] de la Unión Europea, del 1,7% y del 1,8%, según las previsiones de la Comisión.
En cuanto a la construcción residencial y del mismo modo que en España, el nivel de actividad permanece bajo, si bien el número de visados de nueva construcción de viviendas[4] lleva registrando aumentos interanuales desde finales de 2015: sólo durante el primer y segundo trimestre de 2017 el incremento fue, respectivamente, del 53,7% y del 10,1%.
Sin embargo el país mantiene un nivel de endeudamiento elevado (deuda pública del 130,3% sobre el PIB) y por ello, el empeoramiento de las condiciones financieras podría perjudicar el crecimiento en el medio plazo, circunstancia acentuada por el bajo nivel de la inversión y elevado peso de los “préstamos dudosos” del sistema bancario (16,4% del total).
En consecuencia, el FMI prioriza las medidas dirigidas a revitalizar la inversión y reducir la escasez de crédito, destacando las políticas que refuercen el sistema bancario, mejoren la eficiencia fiscal o reformas estructurales que estimulen la productividad[5].
En definitiva, si Portugal quiere incrementar las oportunidades del crecimiento de su economía, el desafío más acuciante pasa por romper el “círculo vicioso” del sistema bancario (ilustración 2) y mejorar la percepción del país para los inversores internacionales. Las autoridades lusas cuentan además con el beneficio de la fase alcista del ciclo económico, lo que amplía el margen de maniobra.
[1] Entre 2008 y 2013 la deuda pública pasó de representar el 71,6% sobre el PIB al 129,0% (+80,1%). [2] Por ejemplo, el “Banco Português de Investimento” fue adquirido por Caixabank. [3] De hecho, los pronósticos superan incluso las mismas previsiones del FMI para Alemania (1,8% y 1,6%), Francia (1,6% y 1,8%) e Italia (1,3% y 1,0%). [4] Fuente: visados de construcción de viviendas, Instituto Nacional de Estadística de Portugal (2017). [5] Entre estas medidas destaca la flexibilidad del mercado laboral, aumentar la eficiencia del sector judicial y del gasto público, mejorar el procedimiento de resolución de los préstamos dudosos (NPLs), facilitar a las empresas el acceso a los créditos de inversión (crédito que continúa disminuyendo) o la reducción de los atrasos en los pagos a proveedores por parte de las Administraciones.