Transformar un residuo en un nuevo producto resulta un proceso complejo. En el caso del acero, es necesario un estricto control para lograr que esta transformación se realice de manera óptima. No estamos hablando solo de eficiencia en los procesos, sino de respeto por el entorno, por la salud de la población y por la lucha contra el cambio climático. Por ello, el concepto de reciclaje va mucho más allá de la mera transformación de un residuo en un producto, se trata de llevar a cabo un verdadero proceso industrial sostenible y respetuoso con el entorno. El objetivo está claro, las herramientas están en nuestras manos; solo hace falta que este concepto trascienda más allá de nuestras fronteras e impregne las políticas de todos los países involucrados, porque de ello depende nuestro futuro.
Desde hace algún tiempo, se ha empezado a acuñar el concepto de “reciclaje sostenible”. Es importante resaltar que la valorización de un residuo puede conllevar un elevado impacto sobre el medio ambiente y la salud de las personas, si no se llevan a cabo los controles necesarios aplicando las mejores técnicas disponibles.
Por ejemplo, el pueblo Chino de Guangdong, ha pasado en poco tiempo de ser una sociedad rural a ser una población centrada en el reciclaje de residuos. Todos sus habitantes se han enfocado a la actividad de desmontaje y reciclaje productos electrónicos, facturando anualmente 75 millones de dólares. Sin embargo, la falta de control ambiental del proceso, ha llevado al pueblo a una situación ambiental insostenible. El aire se ha llenado de gases altamente contaminantes, los suelos y aguas del entorno presentan grandes cantidades de cromo y plomo, y la salud de los habitantes se ha visto seriamente afectada.
Otro ejemplo de esta situación es el desguace de barcos en India, Bangladesh, Pakistán y China, que manejan el 85% de los desechos navieros.
En la industria del desguace ilegal trabajan unas 100.000 personas, que cobran un salario de entre 1,5 y 2,5 dólares diarios. Malviven en barracones insalubres al lado de las playas donde los barcos son abandonados y cortan con rudimentarios cuchillos y sus propias manos el acero de los barcos, expuestos a todo tipo de sustancias tóxicas y a los accidentes y explosiones que se producen durante el proceso de desguace.
Pero lo peor es, sin duda, el amianto. Utilizado como aislante en los barcos construidos antes de los años 70, los trabajadores lo cogen con las manos desnudas y sin utilizar mascarillas, y lo depositan en la playa para que se seque al sol filtrando parte del material tóxico al subsuelo. Una vez seco, lo vuelven a manipular para cortarlo en pequeñas piezas y venderlo en los mercados.
La exposición a las fibras de amianto, incluso en bajas concentraciones, es altamente cancerígena. Varias organizaciones médicas ya han denunciado que, en lugares como Alang, la tasa de mortalidad se ha multiplicado desde que se han convertido en cementerios de barcos, y el número de enfermos aumenta día a día. Pese a que las autoridades indias comienzan a preocuparse por el problema, Europa debe asumir su responsabilidad por el tratamiento ilegal de sus residuos fuera de sus fronteras.