Neutralidad climática y economía circular son en la actualidad dos de los mantras más repetidos en todos los ámbitos. Desde los foros de una asociación como la nuestra, hasta una comida familiar, pasando por los noticiarios o las RRSS… no paramos de escuchar cómo nuestra vida debe transformarse —qué decir de nuestra forma de operar— para hacer frente a unos retos que, de no atajarse a tiempo, pondrán en juego la vida de las generaciones futuras.
En anteriores ocasiones, este blog ha albergado ya entradas sobre los retos a los que el sector deberá hacer frente en materia de sostenibilidad. Esta nueva entrada no volverá sobre lo ya tratado, irá un poco más allá centrándose en el concepto real de #sostenibilidad y responsabilidad.
Nuestro sector produce un material básico para la economía a partir de materias primas que adquirimos de nuestro entorno. Los trabajadores de nuestras plantas, con una tecnología puntera y una formación continua, hacen posible esos procesos. En el transcurso de las operaciones, generamos impactos positivos y negativos en el ecosistema de la empresa y en todos aquellos otros con los que interaccionamos de forma más o menos directa. Los retos de nuestro sector deberían orientarse a disminuir los impactos negativos que generamos a nuestros grupos de interés (emisiones, uso de recursos limitados, generación de residuos, ocupación del terreno, ruido, tráfico de camiones, etc.), y a potenciar los positivos (generación de empleo, consumo de materias locales, instalación de tecnologías que eviten emisiones que puedan afectar a nuestros vcinos, etc.).
El paradigma hacia el que está virando la #sostenibilidad de los sectores industriales pasa por minimizar los impactos negativos y fomentar los positivos, pero va mucho más allá. La transformación de nuestra forma de operar se basa en influir no solo en las cadenas de valor que conformamos —a través, por ejemplo de modelos de gestión que salen de nuestro marco de operaciones—, sino en tratar de analizar qué valor como sector industrial podemos aportar a la sociedad. Para ello, es evidente que debemos de solventar problemas más específicos, como nuestra contribución al cambio climático, uso intenso de recursos, generación de pasivos ambientales, afección del entorno, generación de empleo de calidad que palie desequilibrios sociales, etc. Sin embargo no debemos perder de vista cómo puede nuestro desempeño, tanto organizacional como personal— mejorar las condiciones de la sociedad en su conjunto.
Con ello no estoy aludiendo a un slogan de ONG, la cuestión es que la información en materia de sostenibilidad es cada día más requerida por los accionistas de las grandes corporaciones, la sociedad, en general, y, por supuesto, la regulación. La licencia social para operar depende intrínsecamente de que seamos capaces de satisfacer estos requerimientos (no solo de información sino de contribución) que nos hacen nuestros grupos de interés, tanto aguas arriba como aguas abajo de nuestra cadena de valor.
La realidad descrita hace que el sector deba plantearse cómo conseguir una sistemática que asegure que potenciamos la mejora de la sociedad con las decisiones que tomamos y las tareas que desempañamos (más allá del cumplimiento normativo en materia de información no financiera y la participación de en los índices de sostenibilidad o sistemas de reporting como el Dow Jones Sustainability Index (DJSI) o FTSE4Good).
El sector siderúrgico es un sector comprometido con la sostenibilidad de sus operaciones. El compromiso por absorber este cambio de paradigma es sólido y marcará nuestra línea de actuación en la consecución de todos los objetivos específicos que nos hemos marcado.