La elección de Jean Claude Juncker como Presidente de la Comisión Europea parecía que iba a suponer una continuación del “business as usual” en Bruselas. Una persona “del negocio”, que tuvo que abandonar su puesto en Luxemburgo después de las elecciones generales, que no significaría ningún cambio sustancial, antes bien, la continuación de las políticas que tan mal resultado han dado en los últimos años.
Algunos, incluido yo, pensábamos incluso que el interés del nuevo Presidente por los temas financieros iba a centrar su mandato y que tendría que dedicar mucho esfuerzo a aplacar a los jefes de gobierno que no quieren un presidente de la Comisión con fortaleza política.
El nombramiento de Comisarios, los cambios radicales en la estructura de la Comisión e incluso las cartas de mandato que el presidente Juncker ha publicado dirigidas a cada Comisario, desmienten de plano todos los prejuicios. No sabemos si podrá triunfar en su empeño, pero nadie le podrá negar el impulso que ha dado, en una institución mastodóntica como es la Comisión, a una nueva forma de trabajar.
El Sr. Juncker es un político avezado, sobre todo en gobiernos de coalición, así como en los entresijos europeos, por lo que, a diferencia de otros posibles candidatos, no precisa un tiempo de rodaje y ha enviado una señal potente tanto a los gobiernos como al Parlamento: la UE vuelve a tener una Comisión con fortaleza política, llena de políticos con experiencia real de gobierno y con vocación de liderazgo.
La estructura de dos niveles, un “Comité Ejecutivo” de Vicepresidentes y el resto de los Comisarios, debe pasar ahora la prueba del éxito: conseguir que no se pare la maquinaria de la Comisión, de por si lenta, y que la eficiencia no se pierda en las eventuales discusiones entre Comisarios y Vicepresidentes.
Las carteras con más influencia en la siderurgia son las de industria, comercio y energía, y han sido adjudicadas respectivamente a las Comisarias Malmström (liberal, Suecia), Bieńkowska (liberal, Polonia), y al Comisario español Arias Cañete. A la espera de sus manifestaciones en las audiencias ante el Parlamento, cabe esperar que los nuevos aires de la Comisión no se limiten a los cambios organizativos y que en algunas áreas se imponga un realismo del que han carecido en la pasada legislatura.